¿Realmente hay que temerle a un diagnóstico?

¿Realmente hay que temerle a un diagnóstico?

23 Septiembre 2020

El diagnóstico es sólo el comienzo de una gran aventura, abrácenlo, acéptenlo y vívanlo.

Mamá Terapeuta >
authenticated user Corresponsal Corresponsal Invitado

Ser mamá es increíble, pero ¿qué pasa cuando todo lo que crees tener bajo control ya no lo está?, ¿qué pasa cuando un diagnóstico entra a tu vida y la pone de cabeza?.  Pues pasa lo que es natural que pase, entras en shock, quieres gritar, te cuestionas todo y te culpas por todo, sientes que no puedes respirar, que la vida es muy injusta y que no te lo mereces y, por supuesto, menos se lo merece tu hijo/a.

Santi era muy pequeño cuando noté sus comportamientos y preferencias particulares, pero no fue hasta que el Jardín me pidió que lo evaluara que confirmé mis sospechas de que algo “no andaba bien” y, después de un diagnóstico errado y batallar con diferentes terapias por casi 1 año, supe que mi hijo tenía TEA (Trastorno del Espectro Autista), desde ese momento su vida no hizo más que mejorar, cada minuto, cada hora y cada día.

Un diagnóstico es mucho más que detectar una condición, es la base para poder comenzar a trabajar sobre ésta, te permite planificar y tomar diferentes medidas que te llevarán al mejor resultado. Pero no es fácil, no es fácil aceptar que ahora todo será diferente a lo que tenías planificado, que tus expectativas ya no son las mismas, que tu hijo ya no tiene las capacidades que tú creías que tenía, no es fácil construir nuevos sueños.

¡Pero vamos!, ¿hay acaso algo en esta vida que valga la pena y que sea fácil?, pues ¡No!, todo lo realmente increíble nos exige trabajo, dedicación y, por sobretodo, poner todo el amor y la pasión que tengamos. Así que me puse manos a la obra, acepté el diagnóstico y me propuse poner todo lo que hay en mí para lograr que mi Santi tuviera las mismas oportunidades que otros niños, para que lograra comunicarse, lograra encajar, lograra ser aceptado con su forma particular e increíble de ser.

Sabía perfectamente qué tenía que hacer, debía ser constante con sus terapias, estar ahí, escuchar al colegio, escuchar a sus terapeutas, escuchar a mi esposo y lograr encontrar un equilibrio para que todo funcionara, pero nunca consideré dentro de mis nuevos planes como la esencia de Santi afectaría este nuevo camino.

Cada ser humano que habita en este planeta viene a dejar algo, a enseñar algo, a influir de alguna manera en alguien, tenga o no una condición neurológica o física. Con el pasar del tiempo y gracias a todo lo que Santi ha acercado a mi vida he aprendido que todos somos seres diferentes y que debemos complementarnos unos a otros para lograr nuestro máximo potencial. Finalmente mi meta no es cambiar a Santi, no es lograr que sea un niño neurotípico, mi meta es lograr que el entorno de Santi y (por qué no) el mundo, acepte la diversidad en toda su amplitud. Para mí, Santi no vino a aprender a ser como yo o como tú, él vino a enseñar a ser uno mismo y para poder hacerlo es necesario tener un diagnóstico que nos ayude a trazar nuevos caminos.

No hay que temer, tengamos miedo de la ignorancia que nos hace darnos infinidad de vueltas sin avanzar, tengamos miedo a que nuestros niños sean discriminados, es normal asustarse, pero no temamos ponerle nombre a su condición, esto nos permitirá encontrar las herramientas correctas para poder armar un nuevo camino, con nuevas metas, mucho más brillantes que las anteriores. El diagnóstico es sólo el comienzo de una gran aventura, abrácenlo, acéptenlo y vívanlo.

Por Mamá Terapeuta - María Francisca Fernández García