Pueblo chileno nace del pecado mortal y lo queremos regular

26 Agosto 2011

Negar la regulación de tales uniones no matrimoniales, es renegar de nuestra idiosincrasia, de nuestras raíces, porque en este pueblo, a mucha honra, somos hijos de la mezcla de ambas sangres.

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El proyecto de ley presidencial Acuerdo de Vida en Pareja (AVP) , hijo del proyecto de ley Acuerdo de Vida en Común del ex senador y actual Ministro de Defensa Andrés Allamand, se funda en la necesidad de regular jurídicamente serios problemas que afectan a una enorme cantidad de parejas que conviven y que por distintos motivos no contraen o no han contraído matrimonio, haciendo extensiva esta regulación también a las parejas del mismo sexo.

No se pretende con esta iniciativa legal debilitar la familia ni el matrimonio, institución esta última que en el Acuerdo de Vida en Pareja se mantiene reservada para las parejas heterosexuales.

Lamentablemente, hay ciertos sectores vinculados a las Iglesias Católica y Evangélica que parecieran no ser capaces de comprender algo tan simple.

Tampoco parece que han leído textos de la historia de Chile que dan cuenta que en época de la colonia y mucho antes de la publicación de nuestro Código Civil, este tipo de uniones no matrimoniales, llamadas barraganías, mancebías, amancebamientos, concubinatos, entre otros nombres, era muy habitual y según los relatos de aquella época y estudios publicados por historiadores, era la relación de pareja más común entre los españoles católicos y las mujeres de los pueblos originarios.

Pero tales relaciones de pareja no se regularon jamás porque para la influyente Iglesia Católica, esas uniones informales, eran vivir en pecado mortal. Se deduce por tanto que quienes nacieron fruto de esas uniones eran hijos del pecado mortal.

Pero muy a pesar de los religiosos, tales uniones de hecho existieron en cantidad tal que de éstas nace un gran pueblo, los españoles americanos, tan o más chilenos que los hijos de cónyuges españoles que se quedaron a vivir en estas nuevas tierras del sur del continente.

Negar la regulación de tales uniones no matrimoniales, es renegar de nuestra idiosincrasia, de nuestras raíces, porque en este pueblo, a mucha honra, somos hijos de la mezcla de ambas sangres.

Quienes le buscan "la quinta pata al gato" a toda unión de pareja y modelo de familia que no sean las que ellos quieren imponerle ideológicamente a toda la sociedad, no sólo le dan la espalda a 2 millones de chilenos convivientes, hétero y homosexuales, que necesitan darle debida protección a su pareja y a su familia, sino que mucho peor: le dan la espalda a su propio pueblo y a su propia identidad.

Ignorar intencionalmente la génesis del chileno, y por una convicción religiosa obstaculizar la regulación de uniones de la cual nace y crece este país, no tiene nombre. Es casi como una traición a un pueblo y renegarse a sí mismos.

Afortunadamente la mayoría nos sentimos orgullosos de nuestros orígenes, de vivir en una sociedad civilizada, democrática, pluralista, no excluyente ni discriminatoria.

Suficientes razones para tener confianza que la gran mayoría de los legisladores sabrán ser "bien chilenos" y votarán pronto a favor de una ley que le podrá punto final a una hipocresía bicentenaria.

Ricardo Viteri Prado

Director www.separadosdechile.cl

Foto: Flickr CC anieto2k