El Fin del Mundo...¿Se acerca?

30 Agosto 2011

Las sociedades, la globalización, el proceso productivo, el sistema económico-financiero, los sueños predominantes y el objeto explícito del deseo de las grandes mayorías es consumir y consumir sin límites.

Claudio Canessa... >
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El terremoto del 27 de Febrero remeció no tan solo la tierra de nuestro país sino también nuestras vidas, dejando en ella una huella permanente y latente, separando en un antes y un después de ese día. Se han sucedido durante los últimos  años, una serie de catástrofes naturales como nunca en la historia de la humanidad “moderna”. Algunos atribuyen estos sucesos a fenómenos cíclicos de la Naturaleza, otros indican que son las consecuencias del cambio climático en la tierra, están aquellos que afirman se deben  a experimentos secretos de Estados Unidos y no son pocos que presagian el fin de los tiempos.

A lo anterior se suman una gran cantidad de sucesos causados directamente por el hombre. Hambrunas, nuevas enfermedades, guerras, revueltas, descontento social por todo el orbe, crisis sociales, política, económica y de fe. Todo lo anterior tensiona de tal forma la vida del hombre y mujer de hoy, que uno no puede sino preguntarse ¿Estamos realmente ad portas de algo mucho más grande que está por suceder?.

 Afinando los muchos análisis hechos acerca del conjunto de crisis que nos asolan, llego a algo que me parece central y sobre lo que toca reflexionar seriamente. Las sociedades, la globalización, el proceso productivo, el sistema económico-financiero, los sueños predominantes y el objeto explícito del deseo de las grandes mayorías es consumir y consumir sin límites. Se ha creado una cultura del consumismo propagada por todos los medios de comunicación. Hay que consumir el último modelo de celular, de zapatillas deportivas, de ordenador. Las autoridades inglesas se sorprendieron al constatar que, entre quienes promovían los disturbios en varias ciudades, no solamente estaban los habituales extranjeros en conflicto entre sí, sino muchos universitarios, ingleses desempleados, profesores y hasta reclutas. Era gente enfurecida porque no tenía acceso al tan afamado consumo. No cuestionaban el paradigma de consumo sino las formas de exclusión del mismo.

En Inglaterra y en USA después de los ‘80, así como en el mundo en general, va creciendo una gran desigualdad social. En aquel país, los ingresos de los más ricos se incrementaron en los últimos años 273 veces más que las de los pobres. Por eso, no es de extrañar la decepción de los frustrados ante un sistema que les niega el acceso al consumo y ante los recortes en el presupuesto social, del orden del 70%, que los castiga duramente.

Lo alarmante es que ni el primer ministro David Cameron ni los miembros de la Cámara de los Comunes se tomaron el trabajo de preguntar el por qué de los saqueos en las distintas ciudades. Respondieron con el peor remedio: más violencia institucional (cualquier semejanza con Chile es mera coincidencia). El conservador Cameron dijo: «vamos a detener a los sospechosos y publicaremos sus caras en los medios de comunicación sin importarnos las preocupaciones ficticias con respecto a los derechos humanos». He aquí una solución del despiadado capitalismo neo-liberal: si la orden que es desigual e injusta lo exige, se anula la democracia y se pasa por encima de los derechos humanos. Y esto sucede en el país donde nacieron las primeras declaraciones de los derechos de los ciudadanos. En Chile está el gobierno reaccionando ante las demandas estudiantiles de igual forma, vasta comparar el lenguaje del Ministro del interior y otros más con el del Primer ministro inglés Cameron.

Si miramos bien, estamos enredados en un círculo vicioso que puede destruirnos: necesitamos producir para permitir el tal consumo. Sin consumo las empresas van a la quiebra. Para producir, necesitan los recursos de la naturaleza. Estos son cada vez más escasos y ya hemos dilapidado un 30% más de lo que la tierra puede reponer. Si paramos de extraer, producir, vender y consumir no hay crecimiento económico. Sin crecimiento anual los países entran en recesión, generando altos índices de desempleo. Con el desempleo, irrumpen el caos social explosivo, depredaciones y todo tipo de conflictos. ¿Cómo salir de esta trampa que nos hemos preparado a nosotros mismos?

Lo contrario del consumo no es el no consumo, sino un nueva forma de vida individual y social. Es decir, urge un nuevo acuerdo entre un consumo solidario y  accesible a todos, y los límites intraspasables de la naturaleza. ¿Cómo hacer? Existen varias sugerencias: el «modo sostenible de vida» de la Carta de la Tierra, el «vivir bien» de las culturas andinas, fundado en el equilibrio hombre/Tierra, la economía solidaria, la bio-socio-economía, el «capitalismo natural» (expresión desafortunada) que intenta integrar los ciclos biológicos en la vida económica y social, y otras.

Pero cuando los jefes de los Estados opulentos se reúnen no hablan de estas cosas. Ahí se trata de salvar el sistema que está haciendo agua por todas partes. Saben que la naturaleza ya no puede pagar el alto precio que el modelo consumista cobra. Ya está a punto de poner en peligro la supervivencia de la vida y el futuro de las próximas generaciones. Estamos gobernados por ciegos e irresponsables, incapaces de darse cuenta de las consecuencias del sistema económico-político-cultural que defienden. Chile no escapa a ello. Los gobiernos de la Concertación y este Gobierno de la Alianza en particular no han hecho otra cosa sino profundizar este sistema destructivo invirtiendo grandes cantidades de recursos en producir energía sucia como es el caso de las plantas termo eléctricas, en permitir a las empresas mineras en manos de consorcios privados y muchos son extranjeros, en contaminar las tierras y aguas  sin invertir en la adquisición de tecnología de extracción con un mínimo de contaminación posible, lo mismo ocurre en el sur con la explotación de carbón en la isla Riesco que servirá para alimentar las plantas de energía termo eléctricas.

Es imperativo un nuevo rumbo global, si queremos garantizar nuestra vida y la de los demás seres vivos. La civilización científico-técnica que nos ha permitido niveles exagerados de consumo puede poner fin a si misma, destruir la vida y degradar la Tierra. Seguramente no es para esto para lo que hemos llegado a este punto en el proceso evolutivo. Urge tener valor, osadía para cambios radicales, si es que todavía nos tenemos un poco de amor a nosotros mismos.