Discurso 21 de Mayo: La enferma república televisiva

Discurso 21 de Mayo: La enferma república televisiva

29 Mayo 2012
Lo del 21 de mayo fue una liturgia, un ritual político en el que pudimos ser más que pasivos feligreses.
Fernando Garcia... >
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Lo del 21 de mayo fue una liturgia, un ritual político en el que pudimos ser más que pasivos feligreses. 

En realidad, fue como cada 21 de mayo, una « puesta en escena » conocida y admitida por toda la clase gobernante. Una dramaturgia bien estudiada por ambos lados. 

Cada uno sabe su rol se justifica por el respeto a la constitución - en el discurso formal- , pero sobre todo, por buscar con sus acciones el mayor impacto en audiencias. 

Son actos que tienen como objetivo al ciudadano-consumidor que responde encuestas y vota. En el medio de los dos, el jamón del sándwich que es la pantalla de  TV de los dormitorios nacionales. 

Para alcanzar ese impacto, que el político representativo necesita como el agua, apela a emociones, imágenes y efectos que caben bien dentro de la pantallas pero que desplazan el centro de la práctica política de la democracia. 

Para eso la receta es clara : algunas cifras, personalismo, vida privada y dramatización. 

Son técnicas que los expertos en marketing político saben desde hace mucho. Así, los anuncios estructurales, la respuesta sincera a las críticas ciudadanas, la defensa honesta de la propia visión de mundo desde donde se ejerce el gobierno, quedan postergadas sino derechamente inexistentes.

Es el mundo también de las chapitas, las pancartas y las mediatizadas ausencias de senadores. 

Las técnicas  del marketing, la estrategia y la publicidad política dejan en segundo plano el valor mismo del sistema que la clase política dice representar por lo que paradójicamente, la ciudadanía exige cada vez más razón, más deliberación y pruebas de interés general en el poder, propias de la ética democrática.

Así, mientras la clase política no ve problema en esas técnicas, en tanto se traduzcan al fin en alzas en las encuestas o más votos, los ciudadanos les quitan respaldo, y hastiados del formalismo democrático y la ficción de la representatividad, salen a las calles y se enfervorizan con tweets y trolleos electrónicos pidiendo que se cumpla lo prometido.

En un grito que parece no ser escuchado  de verdad, el remedio desde el poder cae en una espiral que se retroalimenta en su propio autismo, con nuevas chaquetas rojas, ejércitos de matamoros, y más marketing político. 

Vivimos un momento de crisis del sistema donde la clase política parece no alcanzar a ver que esas técnicas son fórmulas de un tiempo de la TV. Tiempos en que las líneas editoriales exigían dramatización de la acción política y si la clase política cumplía, se convertía en « negocio » para todos. Son herramientas de otros tiempos. Ya no sirven más.

Por eso mientras se daba por pantalla de TV el discurso y las acciones de la oposición, cientos y miles de activos ciudadanos ejercían simultáneamente un rol fiscalizador inédito en la historia de la actividad política, un cuestionamiento ciudadano en tiempo real. 

Dejaban en evidencia casi al mismo tiempo que se producían, las promesas sin cumplir, las contradicciones en las palabras, las debilidades y trastabilleos de los gobernantes. Denuncias que se imponían como gigantescas estatuas de verdad ante los slogans, las chapitas y las interpelaciones emocionales a la señora del presidente. Las emocionadas disculpas.

La mirada crítica del ciudadano está hoy al lado de la acción política, pisando  talones, exigiendo más sinceridad en las cifras, en las palabras y en los gestos. Es algo que tiene que entender hoy la clase política si no quiere agudizar más esa contradicción entre gobernantes y gobernados. 

En el fondo, no se trata de Piñera o Bachelet. Es el tiempo el que cambió, y que ve cómo se enferma terminalmente la vieja república televisiva.