Chile y su democracia a medias

31 Mayo 2011

Nuestro sistema político es nombrado y destacado en el extranjero por su modernidad, madurez y por el respeto que se ha ganado la institucionalidad vigente frente a la ciudadanía, ¿pero cómo funciona realmente nuestro sistema democrático?.

Claudio Salamanca >
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Paradójicamente nuestro actual sistema “democrático” se rige en base a la Constitución de 1980, impuesta durante un período “no- democrático” de nuestra historia y que tampoco ha sufrido modificaciones significativas durante más de dos décadas de “gobiernos democráticamente electos”.  Entre los cambios que se han hecho desde 1990 a la fecha están la disminución del periodo presidencial de 8 a 6 años y luego de 6 a 4, la eliminación de los senadores designados y vitalicios y algunas modificaciones en caso de segunda vuelta presidencial.

En un sistema moderno y maduro como el nuestro aún funciona el sistema Binominal, en el cual dos grandes bloques políticos se reparten la torta como si el mundo fuese tan “Dicromático" como ellos parecen verlo o donde incluso alguien puede resultar electo sin tener la mayoría de votos mediante un “moderno” sistema de arrastre. Al parecer nuestra clase política no se ha dado cuenta que el mundo está lleno de colores, y que el anticuado Binominal, que en algún tiempo representaba estabilidad política, se está transformando en un sistema que atenta contra la estabilidad al no permitir una representación adecuada y heterogénea del país. Si hablamos de madurez, claramente nuestro sistema aun muestra falencias propias de un sistema inmaduro y por el contrario, son quizás muchos de los dirigentes políticos que se han eternizado en el poder los que parecieran estar sufriendo un proceso de “re-maduración" (como las frutas que a la larga tienden a descomponerse) y que no han permitido la entrada de nuevos aires que posibiliten los cambios necesarios en la materia.

Las manifestaciones ocurridas en las últimas semanas, demuestran el interés de la ciudadanía, en especial de los jóvenes por los temas que afectan a la sociedad actualmente, sin embargo esa participación no se ve reflejada en los procesos eleccionarios. ¿Acaso los jóvenes no votan porque “no están ni ahí” o porque francamente el actual sistema está obsoleto y no los representa? Acá los políticos le echan la culpa a los mismos jóvenes de la poca participación en las elecciones, pero no son capaces de realizar un mea culpa analizando y mejorando los factores que impiden o desmotivan la participación juvenil en política. Pareciera ser que estamos en un país con millones de jóvenes equivocados, mientras unos pocos
insisten en tener la razón.

Según los datos del Servicio Electoral nuestro padrón electoral está disminuyendo, está envejeciendo, en pocas palabras está sufriendo un proceso de "descomposición acelerada". Los registros del SERVEL para septiembre del 2009, es decir, previo a las últimas elecciones presidenciales, indicaban que nuestro padrón electoral tenía un total de 8.285.186 inscritos, sin embargo votaron solo 7.264.136 personas en la primera vuelta y 7.203.371 en la segunda, por lo tanto más de un millón de inscritos no participaron en dichas elecciones. Entre los votos nulos y blancos se contabilizaron un total de 286.592 y 244.399 en primera y segunda vuelta respectivamente. Y peor aún, los registros del SERVEL para abril del 2011 nuevamente arrojaban una disminución del padrón electoral contabilizando un total de 8.147.129 inscritos. Sin contar la cantidad de personas que, teniendo la mayoría de edad no se han inscrito para sufragar, el descontento con el actual sistema parece ser obvio.

El actual sistema no considera la participación de representantes de nuestros pueblos originarios en el parlamento, un derecho irrebatible, justo y necesario en un país multicultural como el nuestro. Tampoco considera le elección directa de autoridades regionales y provinciales, un tema no menos importante a propósito de los bullados casos de la ex- Intendenta Jacqueline Van Rysselberghe y la votación de Hydroaysén.

El primero de los casos no se hizo conocido sino hasta alcanzar la cobertura mediática y farandulera que le dieron los medios (si no fuera por eso seguramente nadie se hubiera enterado e incluso algunos ya parecen haberlo olvidado). Aunque la gestión de la ex- intendenta no queda exenta de críticas, pareciera ser que tenía mucha más responsabilidad de responder a los cuestionamientos que le hacía la ciudadanía cuando era alcaldesa que mientras fue asignada como intendenta, al menos durante su estadía en el municipio debía realmente rendir cuentas a las personas gracias a las cuales fue electa. Pero el sistema nuevamente tuvo la solución y sin preguntarle a nadie, se designó a un nuevo intendente. No se trata de desconfiar de las buenas intenciones de la nueva autoridad regional, así como tampoco de desconocer sus meritos personales y profesionales, que bien los debe conocer él mismo. Sin embargo, lo más probable es que la gran mayoría de la población de la Región del Bío Bío ni siquiera conozca su nombre.

En el caso de la votación de Hidroaysén, el escenario otra vez fue el mismo, una votación política, entre cuatro paredes, con autoridades que fueron asignadas directamente desde el gobierno central y que no representan los intereses ni las aspiraciones de la población aisenina. ¿Cómo es posible que a pesar de la oposición de gran parte de los aiseninos ninguno de los seremis haya votado en contra?¿Acaso los informes técnicos valen más que la autodeterminación que tengan las personas sobre su desarrollo y futuro?¿De qué sirve votar cada cuatro años si luego las autoridades hacen y deshacen a su antojo sin importar lo que opine la gente?

Últimamente las redes sociales se han transformado en una herramienta útil permitiendo que diferentes agrupaciones de articulen para defender demandas en común. Es a partir de estas redes que también se han convocado y organizado las multitudinarias manifestaciones ciudadanas que han ocurrido en el país durante las últimas semanas, destacándose la alta convocatoria entre los jóvenes que todos catalogan como apáticos e individualistas. Quizás es a través de estas redes, en donde nace la necesidad imperante de mantener un movimiento activo perdurable en el tiempo, que estimule un proceso de renovación real y profunda del sistema político chileno y que permita generar los cambios necesarios para "democratizar realmente nuestra democracia".