Opinión: La sustentabilidad del modelo de desarrollo debe ser ecológica y social

Opinión: La sustentabilidad del modelo de desarrollo debe ser ecológica y social

10 Septiembre 2015

Lamentablemente carecemos de un entendimiento a nivel gubernamental de la problemática y cómo debemos enfrentarla en forma práctica, a sabiendas que si no hacemos algo para remediar la situación, irremediablemente estamos hipotecando el presente-futuro del país.

Andrés Gillmore >
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Una parte importante de los problemas que aquejan en la actualidad a nuestra sociedad son de carácter ecológico. No hemos tenido la capacidad de entender el problema y poder así proyectarnos sustentablemente. Con el pasar de las décadas nos hemos ido transformando en un país sucio y sin ninguna conciencia ecológica. La huella de carbono que estamos generando en la matriz energética es deplorable al sustentarnos con carbón, diesel e hidroeléctricas que intervienen ríos con muros de contención y embalses.

Indudablemente debemos tener la capacidad de invertir en energías renovables como política de desarrollo, aprovechando todas nuestras ventajas comparativas que no son pocas. Pero, el gobierno acaba de informar que los recursos están escasos y que ante la crisis actual de la minería del cobre con el cual financiamos el país ha hackeado las reformas y lógicamente que el tema ambiental pasa al segundo plano, poniendo interrogantes de cómo enfrentaremos la limitación de los recursos ante la contaminación de las regiones y cómo mejoraremos los procesos de producción y si verdaderamente lograremos la tan ansiada descentralización, que indudablemente sería un punto de inicio de relevancia, transformando el problema ecológico y la sustentación regional en el reto del futuro que se nos hizo presente y que debemos enfrentarlo queramos o no.

Es indudable que no son problemas fáciles de resolver y que puedan solucionarse simplemente con normas y leyes. Más que nada es un problema de conciencia, educación, estrategia de desarrollo y de sustento político que querer llegar a un objetivo. Lamentablemente carecemos de un entendimiento a nivel gubernamental de la problemática y cómo debemos enfrentarla en forma práctica, a sabiendas que si no hacemos algo para remediar la situación, irremediablemente estamos hipotecando el presente-futuro del país.

 La ley de glaciares que quiere implementar el gobierno es un ejemplo de esa falta de conciencia a la que hago referencia, al no entenderse que debemos cuidarlos y deben ponerse trabas constitucionales para que las transnacionales no intervengan estas masas de hielo. Los glaciares son la gran reserva de agua, reguladores naturales del clima y somos privilegiados de poseerlos, si terminamos destruyendolos más temprano que tarde seremos un país con fecha de expiración.

Pero a pesar de todo los intereses de los conglomerados económicos siguen coartando el proceso de desarrollo a tal grado, que en la actualidad se hace imposible encontrar un glaciólogo con la independencia de denunciar lo que está sucediendo con la ley de glaciares y lo que ello significa. La mayoría de los glaciólogos trabaja o investiga financiado para las transnacionales que los quieren intervenir. Tanto es así esta terrible realidad, que el mismo director de Greenpeace Chile, el psicólogo Matías Asún, denunció la problemática en una carta enviada al Mercurio el jueves 6 de agosto, exponiendo la realidad de un hecho que se ha venido denunciando desde hace años y no sólo con referencia a los glaciares. Sucede lo mismo con los ríos y con el mar.

El hombre nace libre, pero queramos o no, está encadenado a su forma de hacer y producir, marcando a fuego su destino en la forma en que lo hace. Aunque nos consideremos amos y señores de nuestro destino y que las grandes empresas tengan derechos de explotación de las concesiones concedidas por estados irresponsables, irremediablemente somos esclavos de cómo nos relacionamos con el medio ambiente y obligados a obedecer sus normas si queremos prosperar y desarrollarnos en armonía para no morir en el intento.

Es indudable que lo único que podría sacarnos del actual atolladero, sería desarrollar un pacto social, creando un espacio natural de solidaridad-social-ecológico para estrategias de desarrollo. En la actualidad el Estado se limita a ser un conjunto de derechos y deberes civiles, lo que es muy poco decir en un país miembro de la OCDE. Sustentar el desarrollo con fundamentos ecológicos y sociales, permitiría proyectar mejoras en las condiciones de vida y trabajo de la población de una manera consecuente, considerando los derechos ciudadanos como el origen de toda democracia que se debe respeto a sí misma y estar dentro de un conjunto de derechos económicos, sociales y medioambientales en base al contrato social que toda sociedad debe respetar.

Constatar que las cosas no van bien debería servir de estímulo para cambiarlas y no como suele suceder en nuestro querido Chile en donde no sabemos trabajar bajo presión y muchas veces tomamos como excusa el fatalismo o en la pasividad de cómo nos relacionamos con el medioambiente. Resulta irritante ver como muchos parlamentarios con poder de decisión, y que se supone velan por estos temas, valoran la realidad solo para hacer exhibiciones de autocomplacencia triunfalista, o para caer en el victimismo, sin analizar la realidad con sentido crítico y de futuro y sobre todo defendiendo intereses que no corresponden.

La dificultad para alcanzar acuerdos en temas de política social en general y particularmente en protección medioambiental, se debe a que constantemente la acción política esta obstaculizando las iniciativas, a instancias de los intereses de los grupos económicos y por increíble que pueda parecer, ha posibilitado que el Ministerio de Medio Ambiente que debería tener una importancia vital a la hora de implementar estrategias de desarrollo y referente de todos los ministerios, en la actualidad es simplemente un susodicho de Hacienda y no un igual. Con ninguna capacidad de proyectarse en forma coherente y estar por encima de los intereses inmediatos de los actores políticos, que de forma egoísta han velado solo por sus propios intereses, sin importarles la perspectiva del país, la destrucción del medioambiente y de las mismas comunidades que viven en las inmediaciones de los territorios intervenidos.

Durante décadas la política pública chilena ha venido privilegiando los logros macroeconómicos a costa de la pobreza, desigualdad social, destrucción del entorno y coartando la proyección de vida de las comunidades rurales; esta triste realidad ha significado que en la actualidad suframos una degradación de casi todo el territorio nacional y sin ninguna vía de solución en perspectiva, que nos permita ver el futuro con esperanza.

Ante este escenario se impone el convencimiento de la necesidad de ensanchar el espacio fiscal para obtener mayor cohesión social en la toma de decisiones, respetando el medio ambiente por medio de un pacto social, al entenderse que sin un medioambiente limpio es imposible buscar el desarrollo, proyectarlo y ser sustentables.

La propaganda ecologista ha servido para accionar la sensibilidad del ciudadano medio hacia los problemas ambientales con los cuales conviven a diario, en cuya solución de una u otra manera estamos todos implicados. Sin embargo los intereses políticos e ideológicos de los movimientos ecologistas han desvirtuado los intereses y muchas veces el método de trabajo ha transformado la ecología en una simple denuncia política y en eso esta gran parte del desafío que necesitamos emprender en esta nueva etapa, para que definitivamente podamos rectificar el mundo empresarial y gubernamental y que los temas ecológicos no sean considerados como un alarmismo injustificado y fuera de propósito.

 Es importante resguardar el medio ambiente con armonía, sustentabilidad y autogestión y contar con la capacidad de proyectar el futuro sin destruirlo, entregandole al Estado derechos y restricciones, que le proporcionen a la sociedad civil seguridad, tranquilidad, organización, resolución de conflictos, protección de la propiedad privada, orden y criterios de decisión en políticas de desarrollo, con sentido social y ecológico; que como ciencia que es, debe ser considerada y respetada y ser incorporada en los procesos de resolución, considerándola a la hora de implementar estrategias y de esa manera introducirnos en la sustentabilidad de los procesos productivos.

La naturaleza bien administrada es un factor beneficioso para todos los países que tengan esta capacidad; pero si por el contrario usamos esta riqueza natural de manera intransigente y des respetamos sus procesos con fórmulas destructivas, se transformará automáticamente en un contrario de gran envergadura que terminará por destruirnos.

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