Opinión: Fin del Binominal, más democracia para Chile

13 Diciembre 2014

Existe un amplio consenso respecto a que el sistema binominal es una de las causas del descrédito de la actividad política.

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Por Rabindranath Quinteros, Senador de la República. 

La reciente aprobación en general por parte del Senado del proyecto que termina con el sistema binominal y lo reemplaza por uno de carácter proporcional constituye uno de los avances más relevantes en materia electoral que ha vivido el país desde el retorno a la democracia.

Existe un amplio consenso respecto a que el sistema binominal es una de las causas del descrédito de la actividad política. Sin embargo, quienes reivindican el sistema binominal aseguran que éste le ha dado estabilidad al país y argumentan que ha traído beneficios a ambas coaliciones, como si el espectro político se agotara en dos grandes bloques políticos. Como si no existieran los independientes. Como si los que no han sido favorecidos no importaran.

Algunos sostienen que este proyecto es un traje a la medida y aspiran a que el nuevo sistema siente bien a todos quienes formamos parte del Congreso. Pero lo realmente importante es asegurar que esta iniciativa siente bien a los que hoy no tienen un espacio en el Parlamento.

Así como en materia social legislamos para los más humildes, en materia política debemos legislar para los que hasta ahora han sido excluidos, a fin de que otras fuerzas, nuevos grupos y partidos emergentes tengan la posibilidad real de acceder a este espacio.

Por supuesto, el sistema que se apruebe no será perfecto. La desigualdad no será eliminada por completo; no obstante, ésta disminuirá y la representación será sustancialmente más igualitaria que la actual.

El sistema electoral no será estrictamente proporcional, pero minorías que hoy se consideran al margen del sistema político tendrán acceso a este Congreso Nacional y, por esta vía, aumentará su compromiso y adhesión con los canales democráticos.

De igual modo, en materia de igualdad de género quizás no se llegará a la paridad. Con todo, indudablemente habrá mayor equilibrio en la representación, teniendo presente que la participación femenina hoy alcanza solo al 15 por ciento de los congresistas.

En definitiva, nuestra democracia se perfeccionará y la composición del Congreso tendrá la posibilidad de reflejar la evolución de la opinión pública.

Ya no habrá más promesas que se queden en el camino o acuerdos que se firmen sin contar con los votos. Ya no más excusa ni elecciones sin competencia real. Ya no más desigualdad aberrante en el valor del sufragio según el lugar donde se vote.

Nuestro país es diverso. No le tengamos miedo a la democracia, que es de todos. En ella deben estar recogidas las distintas visiones y formas de vida, desde las más conservadoras que no quiere cambiar nada, hasta aquellas expresiones del malestar y descontento que se  manifiestan en la calle; desde los millones que viven concentrados en la Capital hasta el último colono que hace soberanía en las regiones aisladas. Todos deben quedar representados. Chile es de todos y el Congreso también debe serlo.