Desde que comenzamos con esta pandemia hemos tenido que reinventarnos, aprender a abrazarnos desde lejos y a sonreír con los ojos. Hemos tenido que adaptar nuestras casas para que sean oficina, hogar, colegio y, porque no, centro de terapias.

Esta pandemia nos ha quitado mucho pero también nos ha dejado tanto. Hemos aprendido a demostrar nuestro amor a la distancia, a esperar pacientemente que las puertas se abran, a extrañarnos y a entender que nada en este mundo se puede dar por sentado, que en un segundo la vida da una vuelta y debes aprender a caminar de cabeza.

Nuestros niños han visto afectada su rutina, extrañan a sus abuelos, a sus tíos, a sus primos y amigos. Pero han sido mucho más versátiles que nosotros y han aprendido a adaptarse a esta nueva forma de vivir. Fue por eso que yo me sentí con el deber de hacer lo mismo y buscar mi mejor versión para enfrentar esta pandemia.

Ahí fue que me descubrí como Mamá Terapeuta de mi pequeño Santi, y no sólo me descubrí imaginativa y llena de energía, me encontré inmensamente feliz en un momento donde todo buscaba que no lo fuera. Como Mamá Terapeuta encontré como darle sentido a este encierro y aprendo todos los días a disfrutar de las cosas de una forma diferente.

Y así comencé este camino. Me di cuenta que estamos llenos de momentos que podemos transformar en una mini terapia, momentos que podemos llenar con una historia o con un juego, momentos que pueden durar 15 minutos, pero que marcarán una gran diferencia. Me di cuenta que si me involucro, si Santi ve que para mí esto también es importante, si me tiro al suelo con él, si pinto con él, si bailo con él, ambos aprenderemos del otro y ese aprendizaje compartido nos llevará, como familia, mucho más lejos y mucho más alto.

Desde el primer día que conocimos su diagnóstico de TEA nos prometimos como familia que seríamos constantes con sus terapias, estas son fundamentales para poder trabajar sus habilidades menos desarrolladas, lo ayudan a adaptarse a su entorno, a entenderlo y, aún más importante, a conocerse a sí mismo.

Ahora que puedo desarrollar estas terapias en casa me doy cuenta de lo increíble que es. En la medida que Santi comienza a lograr las pequeñas metas que vamos fijando junto a su equipo de terapia me doy cuenta que todo es posible. Comencé soñando con escuchar un par de palabras que formaran una oración y, de repente, pasé a desear mantener una conversación, quería que me hablara del futuro, de sus metas, y, una vez que lo hizo, ¡¡BUM!!, mi corazón y mi mente explotaron de emoción. Mi Santi hoy  es capaz de imaginar su futuro, de describirlo y de contarme con detalles lo que desea ser cuando grande, y yo estuve ahí para escucharlo, para disfrutar esa unión de palabras lógicas, con sentido y totalmente perfectas. Hoy les puedo decir que todo el esfuerzo que pongan, cada segundo que entreguen, valdrá la pena.

Hoy le quiero gritar al mundo que ¡Mi hijo todo lo puede!