Piñera: La parábola del Presidente millonario

Piñera: La parábola del Presidente millonario

30 Agosto 2011

“Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, a que un rico pueda entrar en el Reino de los Cielos” (Mateo 19, 24).

Jaime Caucao >
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Hay un hecho muy puntual que grafica de cuerpo entero a Sebastián Piñera en cuanto a su manera de actuar y su mayor credo: cuando asumió la presidencia de Chile, a un mes del terremoto, la multimillonaria venta de LAN (fuera del plazo inicial que había prometido) le obligaba a pagar impuestos por una suma de dinero que podía ir de los cincuenta a los noventa millones de dólares, dependiendo de la fórmula de pago a la que se acogiera. En un momento de crisis para el país, cuando más se requería de la generosidad y buena voluntad de los chilenos, él eligió la que le ahorró el pago de unos cincuenta millones de dólares. Ese es Sebastián Piñera en su máximo esplendor. Puestos sus intereses en juego, el presidente eligió mirar a un costado y velar por su bolsillo, no por el bienestar de los miles de damnificados a los que esos impuestos pudieron ayudar. Como siempre ha sido común en él,  eligió ganar dinero con la operación.

Son muchos los videos en Youtube que nos recuerdan sus acciones. Lo del Banco de Talca, el uso de información privilegiada para obtener beneficios en negocios, el espionaje telefónico que destapó el escándalo relacionado con Evelyn Mattei, las peleas fratricidas con Pablo Longueira cuando ambos eran presidentes de sus respectivos partidos políticos. Ese tipo de traiciones y deslealtades que se han gastado recíprocamente de presidente a ministros, no generan ningún tipo de confianza respecto a la eventual unidad interna del gobierno. ¿Alguien no podría dudar sobre la verdadera integridad que existe al Interior del Gobierno? Por supuesto.  Lo mínimo que uno podría hacer es sospechar.

Sebastián Piñera, siempre que habla, nos deja la duda: ¿cuándo habla él y cuándo habla el robot programado para hablar como Sebastián Piñera? No por nada, Kramer lo ridiculiza tan bien en sus tics y lugares comunes en sus discursos. Sus fórmulas discursivas tan archimanidas, su manera de responder preguntas sin decir nada, el vacío de ideas, de conceptos, de una “ideología”, por usar una palabra que él tanto critica en otros políticos o dirigentes sociales. ¿De qué nos habla Piñera cuando nos habla? ¿En qué cree? ¿Por qué idea estaría dispuesto a dar la vida? (poniéndolo en una situación difícil). En el libre mercado, por supuesto que cree, en ese “capitalismo salvaje” que apuesta por la empresa privada como única forma de crear riqueza y valor social, en eso sí que cree. Y no se le puede culpar por ello. No por nada ha creado una fortuna cercana a los dos mil millones de dólares con varios episodios poco transparentes de por medio.

Por eso es que Piñera se disfraza. Es empresario pero trata de no parecerlo.  Se esfuerza por parecer alguien simpático y empático, el multimillonario “buena onda” que quiere parecer un filántropo al estilo Farkas, pero que en la práctica es incapaz de desprenderse de algo sin dolor. Declara ideas progresistas que luego reniega o que reafirma a regañadientes, como fue con la reciente ley de Acuerdo de Vida en Pareja. Se declara de centro derecha pero va virando según le venga en conveniencia. Trata de parecer culto haciendo declaraciones chapuceras que finalmente se terminan convirtiendo en “piñericosas”. Habla de generosidad y buena voluntad en los otros, pero no asume la suya, siendo que es el presidente y debiera ser el primero en estar dispuesto a cumplir la voluntad de un pueblo que a fin de cuentas, lo puso en el lugar donde está.

La sociedad en la que cree Piñera, aunque él no lo dirá jamás, es en la del “consumidor hedonista”, de la que Tomás Moulián nos habla en su libro “El Consumo Me Consume”. Como dueño de múltiples servicios, es la que más le acomoda. Por eso es que también tiene mucho de fariseo, pues declarándose católico, reza generosidad en la misa de los domingos, pero lo olvida el lunes por la mañana al llegar a La Moneda. Tal vez por eso es que la derecha se acoge tanto al Opus Dei. Como saben que la Biblia les niega el acceso directo al cielo al no ser capaz de desprenderse de sus riquezas, buscaron ajustar su mirada conservadora de la sociedad a una visión que justifique en su idea de “fe” las diferencias sociales, la composición cristalizada de la pirámide social. Así lo tienen todo garantizado: los placeres de la tierra y los del cielo. No les habrá hecho mucho sentido la lectura del libro “Humanismo Social” del padre Alberto Hurtado, que en su capítulo seis nos habla de la responsabilidad política de los gobernantes, preguntándose ¿a qué llegan los políticos a la política? ¿cuáles son sus verdaderas intenciones para pretender gobernar un país? Del mismo modo, podemos preguntarnos: ¿a qué llegó Piñera a la política? ¿cuáles han sido desde siempre sus verdaderas intenciones?

El presidente, por otra parte,  es como un personaje de fábula infantil o de parábola bíblica. Su actual situación no hace más que cerrar un ciclo que él, trágicamente (en el concepto griego del término) tanto se esforzó por completar. Trató de ser el Rey Midas, volver en oro todo lo que tocaba, pero eso tiene un costo personal muy alto: Midas no podía comer ni tocar aquello que amaba. Su ambición era también su condena. Y hoy está como el Gigante Egoísta. Es seductor como el Lobo, pernicioso como la bruja de Hansel y Gretel. Quiere divertir a los niños, tener un jardín donde siempre sea primavera, pero a última hora, su naturaleza lo traiciona. Por eso es un personaje: no puede rehuir el destino que le ha sido trazado en la palma de la mano. Es un empresario, y como tal (así lo dijo su maestro Milton Friedman) su función no es resolver los problemas sociales, sino que alimentar su propio capital.

También es ese Príncipe rico a quien Jesucristo le ofreció que vendiera todas sus riquezas para que pudiera seguirlo. El Príncipe, que era un gran observador de los mandamientos y había tratado de ser líder de sus hermanos, o había buscado para saber lo que debía hacer realmente. Cuando Jesús le ofreció deshacerse de sus negocios e intereses, el Príncipe se marchó triste pues sabía que no era capaz de desprenderse de sus riquezas. En el momento supremo dónde realmente debía actuar, su naturaleza lo acabó traicionando.

Ahora que Piñera invitó a los jóvenes estudiantes a acercarse a él para presentarles su solución al conflicto, sería bueno que el que llegara a dialogar sea Sebastián Piñera y no ese robot lleno de fórmulas discursivas que al final no dicen a nada. Y es ahora donde su vocación de servicio público está sometida a la máxima prueba, pues él sabe perfectamente, así como su Gabinete y los líderes de RN, la UDI, los empresarios, economistas y políticos de todas las bancadas también saben, que los recursos económicos están, y que sólo basta la buena voluntad y algunas palabras suyas para que se haga realidad un gran anhelo social chileno: el de vivir en un país mejor y más amable con todos. Que no sea el Príncipe de la parábola. La solución está en sus manos y si prima en él a generosidad que tanto predica, es muy posible que la misma gente ahora tanto lo critica, lo pasee en hombros por la Alameda, algo con lo que él ha soñado desde que entró a la política.