Las mujeres también tenemos la palabra en tiempos de crisis

Las mujeres también tenemos la palabra en tiempos de crisis

01 Agosto 2011

Las mujeres siempre hemos sido más versátiles en materia de  la defensa de derechos y hemos dado una lucha permanente por instalar un nuevo imaginario colectivo

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Nos encontramos en crisis y a veces las respuestas, no llegan con la misma facilidad con que llega el problema, o las soluciones, no son tan sencillas de aplicar y que los obstáculos para abrirnos camino hacia la solución de esos problemas son tantos para las mujeres, que parece que una roca gigante se nos viene encima, y que no existirá forma de avanzar en una propuesta coherente que aglutine a las diversas expresiones del movimiento organizado de mujeres, para unirnos en una fuerza centrífuga que debilite esa mole que nos aplasta.

Lo cierto es que siempre existen salidas, a veces unas más lentas que otras, pero si estamos precisamente ubicadas y comprometidas con esta sociedad, es porque confiamos y estamos convencidas que para que haya otro mundo posible tiene que haber un compromiso personal en primer lugar, que genere un compromiso colectivo de entrega de conocimientos, de transmisión de saberes, pero por sobre todo, de unión de las fuerzas que hagan frente al enemigo poderoso y hostil que depreda cada día nuestros territorios, nuestras riquezas naturales, nuestros cuerpos y por supuesto nuestra identidad y nuestra cultura.

La historia de nuestra América, desde la llegada de los conquistadores, está plagada de usurpaciones, violencia, ultraje, explotación y esclavitud amparada en una ideología “civilizatoria”. Pero otros fueron los motivos, otras las necesidades, que impulsaron y llevaron a una nación extranjera sobre la base de la fuerza y un supuesto orden moral y religioso que no tuvo límites, para implantar las bases de un nuevo sistema social, económico y político sobre nuestros territorios. En más de 500 años sobre el continente americano, las montañas, los valles, los ríos y mares han sufrido el exterminio indiscriminado de sus habitantes, su flora y fauna, sus productos marinos, y las riquezas minerales por la depredación sin límites de las empresas extranjeras.

Lo construido hasta entonces sobre una cosmovisión integradora hombre, mujer, naturaleza, fenómenos atmosféricos, ciclos climáticos y lunares, tenía y tiene su propia expresión y comprensión de la realidad que vivían y viven hoy nuestros pueblos originarios. La erosión en árboles nativos, plantas destinadas a la alimentación y medicinas, ha provocado un daño sin retorno y han desaparecido en el planeta miles de especies diferentes que abundaban en bosques, valles y montañas. Pero no hemos sido las mujeres ni los campesinos los que hemos provocado tal erosión porque se podrá hablar de muchas diferencias entre las culturas prehispánicas y las llamadas culturas occidentales, pero de lo que nunca se nos podrá acusar, será de la depredación de los pueblos originarios sobre sus recursos naturales.

Hoy las corporaciones globales controlan el 24 por ciento de la vegetación, productos agrícolas comestibles, fibras textiles, caucho, madera. Y además las grandes compañías químicas, agro-biotecnológicas y de energía están formando empresas de innovación tecnológica para poder aprovechar toda la vegetación antes considerada marginal (que se había mantenido fuera del mercado mundial) para mercantilizarla.1   Pero las nuevas tecnologías no aseguran que la crisis alimentaria y la crisis energética sean superadas, porque lo que las corporaciones están asegurando es que los mercados sean monopolizados en beneficio de sus ganancias ilimitadas. A cambio ofrecen a los gobiernos que reducirán el hambre y la pobreza en el mundo, que encontrarán la cura de enfermedades como el cáncer o el VIH, y además limpiarán el ambiente.

Y así, las costumbres, la cultura y los territorios siguen transformándose inexorablemente producto de  grupos altamente poderosos, que antes ejercían el control a través de las armas y el exterminio directo. Hoy sus  herederos, lo hacen a través del control de políticas económicas sustentadas en  las nuevas tecnologías, amparados en gobiernos autoritarios para los pueblos y complacientes para las transnacionales, que han permitido en sus propios territorios el uso ilimitado sobre todo lo que ellos consideren digno de ganancia. Ejemplo más reciente de ello es la UPOV91 aprobado en el Senado con la venia incluso de dirigentes campesinos.

Los medios comunicacionales son otro elemento controlador de la vida humana, altamente distractores y dirigidos específicamente a mantener una masa cautiva para una política de mercado y cooptadas para una sociedad de consumo, no pensante, no crítica, no creativa, no deliberante, nos  incitan a diario a seguir pautas y modelos estereotipados de farándula y vida pública bajo una concepción falsa de la vida: “tanto vales, según tanto tienes o consumes”.

Nos encontramos de esta forma en un Chile actual que no reconoce su alienación ideológica del capitalismo, producto de una sistemática desinformación, una crisis de los partidos políticos tradicionales, que se han desentendido de la formación política y un desgaste en la sociedad que incluye a hombres y mujeres que han depuesto sus mejores armas, el pensamiento crítico y la capacidad de acción y movilización hacia una bandera de lucha común, defender los derechos humanos como un bien único que les permite sustentar todos los otros derechos económicos, sociales y culturales.

En este contexto, las mujeres siempre hemos sido más versátiles en materia de  la defensa de derechos, y pese a que desde los tiempos antiguos el patriarcado se instaló en gloria y majestad, imponiendo su androcentrismo para ejercer su dominio sobre los territorios usurpados, hemos dado una lucha permanente por instalar un nuevo imaginario colectivo. No somos la costilla de Adán, no somos minoría, no somos las débiles, no somos las objetos del otro, simplemente somos el género femenino de la especie humana.

Y desde esa versatilidad en que nos encontramos ubicadas, la defensa por la vida, la biodiversidad, la soberanía alimentaria, los derechos laborales, la educación, la participación política, la salud, los derechos sexuales y reproductivos han sido una tarea permanente de las mujeres en todos los tiempos. Desde las diferentes etapas que ha cruzado nuestra historia como nación, las mujeres hemos participado en la vida productiva y en tiempos de guerra y desastres naturales (como el ocurrido recientemente) las mujeres hemos sido las primeras en levantarnos  y organizarnos  para asumir un rol de liderazgo en la reconstrucción y restauración de nuestros espacios territoriales.

Y así “como el cuerpo se califica como un territorio personal y privado –un territorio individual– que debe dar lugar a expresiones de autonomía, igualdad, dignidad y libertad para la toma de decisiones y la realización de acciones”2, así también nosotras comprendemos que las organizaciones de mujeres deben ser el cuerpo que constituya un espacio político y social relevante, avalado y protegido por acuerdos y convenios internacionales que consagran nuestros derechos.

La experiencia nos enseña que tenemos que ubicar nuestra mirada en lo local, desde un contexto global. En el plano nacional, las mujeres debemos ser capaces de analizar, construir y reorganizar relaciones de reciprocidad y complicidad entre distintas organizaciones de mujeres, feministas, sindicales, sociales, académicos, de instituciones públicas y privadas, que  trabajen por restablecer una red y entramado social crítico y activo en respuesta al contexto político actual. Trabajar en la formación para extender el conocimiento hacia otros frentes organizativos; ampliar las reivindicaciones desde las distintas áreas temáticas en que nos movemos; no limitarnos a defender sólo nuestro eje temático. Existen muchos problemas y son originados desde un modelo hegemónico mercantilista y deshumanizado. Que ha provocado esta crisis de valores. No permitimos el cargarnos con una responsabilidad que no tenemos los sectores sociales más deprimidos económicamente.

En el contexto global, el movimiento social y de mujeres ha logrado posicionar temas  comunes que denuncian y rearticulan acciones en defensa de los derechos de la madre tierra, la biodiversidad, la soberanía alimentaria, la defensa de las semillas, la autonomía de los pueblos,  los derechos sexuales y reproductivos para las mujeres, el reconocimiento de las personas a su diversidad sexual, e identidad cultural, la oposición firme y tenaz a la criminalización de la protesta social, Todos estos elementos nos unifican bajo una cosmovisión ancestral y nos fortalecen con una identidad de clase, para avanzar en propuestas y estrategias de luchas comunes. Desde las mujeres, debemos impulsar la defensa de una agricultura campesina local dirigida a la alimentación mediante cultivos propios que generen la necesaria soberanía alimentaria, la producción y la reserva de alimentos, sacando al capital especulativo e industrial del sector del sector agrícola. La agricultura industrial calienta el planeta y la agricultura campesina enfría el planeta, sostiene una declaración de Vía Campesina, que entre las propuestas significativas para las mujeres rurales e indígenas del mundo, ha impulsado la campaña por el fin de todos los tipos de violencia hacia las mujeres, incluyendo la física, la social y la institucional. “El alcance de la verdadera paridad de género en todos los espacios internos e instancias de debates y toma de decisiones son compromisos imprescindibles para avanzar como movimiento transformador de la sociedad” (Vía Campesina.).

Si pensamos en la criminalización de los movimientos sociales, hay países en todos los continentes donde la persecución ha tomado como su principal blanco a las mujeres que ejercen roles de liderazgo en los movimientos de derechos humanos y en las comunidades indígenas, sin contar los países que se encuentran ocupados por fuerzas militares extranjeras donde el cuerpo de la mujer es utilizado como botín de guerra. Y si hablamos sobre la disputa entre los cuerpos, las mujeres estamos una vez más en situación de ensañamiento y una creciente vulnerabilidad y desventaja frente a nuestros pares en una sociedad en crisis creada por el sistema que cuenta con el apoyo de sectores fundamentalistas y religiosos.

No existe una respuesta única a esta crisis, lo que sí tenemos en claro, es que hay que abrir muchas compuertas que nos lleven a una salida determinada por nuestra voluntad de emancipación. Uno de los objetivos de esta acción emancipatoria de las mujeres, es el desarrollo de una sociedad más crítica, informada y propositiva, basada en la igualdad y el respeto a los derechos humanos de las personas, en la solidaridad entre los pueblos, la defensa de los recursos naturales y el compromiso de unidad y acción de hombres y mujeres para enfrentar todas las crisis que tienen distintos apellidos, pero que se originan por una causa única: el capitalismo.

M a f a l d a   G a l d a m e z   C a s t r o *

* Poeta, dirigenta de ANAMURI y Coordinadora Marcha Mundial de Mujeres-Chile.

1 Revista Biodiversidad, abril, 2009. (nuevas tecnologías, modas, mentiras y peligros).

2 Leticia Artiles Visual, ponencia en XI Congreso de ALAMES. Revista Mujer y Salud. Abril 2010.


Publicado originalmente por Revista Búsquedas