[Opinión] Entre lo público y lo privado

19 Marzo 2018

Un paradigma insustentable de la economía de mercado, es cuando el consumo se transforma en la base de sustentación del modelo social y económico. 

Andrés Gillmore... >
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El ciudadano adquiere la categoría de ciudadano simplemente por nacer en una determinada sociedad y el Estado le garantiza la libre expresión, protección, trabajo, libertad, la elección de autoridades. Los ciudadanos adquieren las obligaciones de respetar al prójimo, normas y las leyes establecidas, defender la patria en caso de guerra, pagar impuestos, vacunarse, cumplir con las normas sanitarias, respetar el medio ambiente, no cometer delitos, no perjudicar a otros ciudadanos, no destruir la propiedad privada, no cometer vandalismo y estar inscritos en el registro civil.

El problema de fondo de las sociedades subdesarrolladas como la nuestra, es cuando el Estado deja de cumplir su labor de ser un árbitro neutral y creíble, deja de fiscalizar como corresponde y no le garantiza a los ciudadanos condiciones de vida satisfactorias que están ratificadas en la constitución. El ciudadano asume que tiene derechos y cree que no tiene ningún deber ante la sociedad que, por lo general, es algo muy propio de las sociedades liberales, consumistas y individualistas en términos económicos, mientras que en temas valóricos son todo lo contrario. Sin embargo, al hacer el análisis sobre la posición ciudadana de los chilenos, en parte esa posición individualista se debe a que el mismo modelo económico le dice que ése es el único medio para salir adelante. Por algo en las últimas encuestas ha desvelado que los chilenos individualmente creen que estan muy bien, pero que colectivamente están muy mal y eso refleja lo que somos como sociedad.

No es un tema menor tampoco, que somos el país con uno de los IVA más alto del planeta (19 % en todos los productos y servicios), incluso si nos comparamos con países como Alemania y Inglaterra, que tienen IVA diferenciados entre productos de primera necesidad y cultura con sólo el 4 % y el lujo con cerca del 40%. En el Chile de los 90's, suponía que las concesiones resolverían el tema de la inversión del Estado y mejoramos por este medio mucha de la infraestructura vial, entre otras cosas; no obstante, todos sabemos que un sinnúmero de servicios concesionados han pagado la obra y la inversión hace muchos años y la ciudadanía aún sigue pagando por usar esos servicios, lo que hace que el chileno medio se sienta cansado ante el abuso de los intereses creados, por la falta de un Estado competente que lo defiende de malas negociaciones.

En los años 90 nos introdujimos democráticamente en un modelo económico de mercado, haciendo que el Estado disminuyera su relevancia en todo lo que tiene que ver con las garantías constitucionales. Se dijo que el mercado lo regulaba todo, incluso la vida y el futuro de los ciudadanos: que era un formato honesto por sobre todas las cosas y temas como salud, educación, jubilaciones, explotación de los recursos naturales y el cuidado del medio ambiente pasarán a manos de privados. Pero todo lo anterior con leyes que dejaron de lado intereses sociales y ambientales de las comunidades, al mismo tiempo que fueron intervenidas por intereses empresariales. Así, los territorios quedaron a merced de las mineras, forestales, represas y salmoneras, y lo que pensamos era desarrollo se transformó en destrucción y crecimiento, no por la obra en sí misma y sí por su falta de respeto por el medio ambiental y social que a la larga nos tiene imbuidos una tremenda crisis existencial de forma y fondo en el actual modelo económico.

Muchas de las actividades productivas que eran parte inherente del Estado, fueron traspasadas en los estertores finales de la dictadura militar en 1988, a los intereses privados en concordancia con el régimen con suculentos subsidios estatales, con un pago comparativo de impuestos irrisorios ante las ganancias que se obtenían, compensados estratégicamente con el cobro de un IVA del 19% en todos los productos, desbalanceando y. sobre todo. desvirtuando las funciones del Estado, produciendo contradicciones y desventajas comparativas entre lo público y lo privado, que fueron en desmedro de la ciudadanía y de la sustentabilidad futura.

El consumo permitido a través del crédito bancario en una ciudadanía mal remunerada, fue un bálsamo para curar las heridas de la post dictadura militar y permitió que el país creciera por muchos años a niveles del 5 y 7%. Con el pasar del tiempo se transformó en destructor social, cultural y ambiental de lo que somos y lo que queremos ser como sociedad. Perdimos la armonía natural, el balance social y cultural que toda sociedad emergente necesita para proyectarse de acuerdo con sus ventajas comparativas, creando sustentabilidad, pero "sin querer queriendo" nos transformamos en una de las sociedades más desiguales del planeta. Se dejó de lado el desarrollo y se optó por el crecimiento, que es cuando a los empresarios les va bien y no cuando al país le va bien, que es lo que reconocemos como desarrollo.

Un paradigma insustentable de la economía de mercado, es cuando el consumo se transforma en la base de sustentación del modelo social y económico. Así se deja de lado la producción de tecnología y la economía se sustenta sólo en la venta de los recursos naturales, se deja de lado el ahorro de la ciudadanía que con bajos niveles de ingreso lo hace imposible y los ciudadanos no tienen otra alternativa que tener que acceder a créditos de consumo para sacar adelante a sus familias, por una banca que cobra altos intereses por ser considerados capital de riesgo. Todo, dentro de un Estado que perdió la capacidad de fiscalizar y donde los formatos productivos de las grandes empresas no están interesados en los aspectos sociales y ambientales en las intervenciones que desarrollan. Solamente les preocupa crecer, sin considerar el medio y la territorialidad, en aspectos tan relevantes como el social, cultural, escénico y ambiental.

El mundo ciudadano hace rato que se decepcionó del mundo político por la forma y el fondo de cómo el congreso ha diseñado leyes y ha legislado para beneficiar los intereses del mundo empresarial. El trato de los llamados "delitos de cuello y corbata" con un doble estándar, hace que en Chile sea en la actualidad más grave robar una gallina que estafar al Estado y eso no ocurre en los países vecinos como Brasil, Perú, Argentina y Ecuador, donde políticos, empresarios y militares que se les comprueba delitos, pagan multas millonarias y cumplen penas de cárcel efectiva.

La percepción que la ciudadanía tiene de lo que vendrá con la recién llegada presidencia de Sebastián Piñera (sin olvidar que sólo votaron en las últimas presidenciales el 47% de los chilenos; o sea, sólo votaron por Chile Vamos el 27% de los chilenos) que al final -sacando la parafernalia y los discursos bonitos de buena voluntad-, es más de lo mismo y un reflejo del pasado en el mundo del futuro: parte de una extensa transición que soportaremos los chilenos, por la falta de liderazgos reales y genuinos hacia el cambio en la concepción que debe proyectar el desarrollo y la sustentabilidad del Chile que todos queremos.

Imagen: Huawei / Agencia Uno