Obama vence y consolida la era demócrata en Estados Unidos

Obama vence y consolida la era demócrata en Estados Unidos

07 Noviembre 2012

Si alguna sorpresa arrojó esta elección no fue el nombre del vencedor, sino la holgura con que los indecisos –votantes y Estados- se volcaron en favor del Presidente.

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Y no hubo Presidente número 45 de Estados Unidos. Barack Obama se impuso en los estados donde estaba prevista su victoria y, además, se quedó con prácticamente todos los que aparecían indecisos, dándole a su triunfo una comodidad que no había sido prevista. Esta combinación favoreció al Partido Demócrata en 25 de los 50 estados de la Unión y le permitió asegurar la relección con el 90 por ciento de las boletas contadas.

Según las encuestas previas, algo más confiables que las publicadas por los diarios chilenos, Barack Obama llegaba con una pequeña pero decisiva ventaja en la lucha por obtener los preciados 270 votos electorales que garantizan la presidencia de la nación. Al estar definido el derrotero de los dos candidatos principales en 43 estados, la disputa en los últimos días se circunscribió de manera excluyente a los siete restantes. En ellos, parecía que el presidente ganaba en seis y en sólo uno –Florida- Mitt Romney tenía posibilidades más ciertas de imponerse.

En Ohio, el estado considerado la llave para la Casa Blanca, el mandatario se impuso ajustadamente. También ganó en Pennsylvania a pesar de la fuerte arremetida de la campaña de Mitt Romney. Y logró simbólicos avances en relación a 2008 con su victoria en Wisconsin (el estado del candidato a vicepresidente republicano Paul Ryan), New Hampshire y Iowa.

Previamente, era sabido que el pequeño estado de Ohio, y en menor medida el de Florida, iban a ser los que definirían la contienda. En el primer caso, se trataba del requisito por tradición para llegar a la Casa Blanca, puesto que el último presidente que ganó las elecciones perdiendo en este estado había sido el demócrata John Kennedy, en 1960. Y en el segundo, teniendo en consideración el amplio apoyo de Obama en la comunidad latina, estaba en juego una de las premisas para la victoria del Presidente: mientras más gente se decidiera a votar, mejores posibilidades para la relección. Por ello, la estrategia de Romney en Florida durante las últimas semanas no fue apostar a ganador, sino transmitir la idea de que Obama había hecho poco por los latinos. Algo así como “cualquiera de los dos da lo mismo, no se moleste y quédese en casa”.

Con todo, y a pesar de que en su política exterior es más difícil apreciar los matices, esta elección demostró que Estados Unidos parece dividido en dos mitades que no sólo son las de bipartidismo, sino que dan cuenta de enormes abismos culturales. El punto de inflexión se remonta a la década del 60, cuando el Partido Demócrata hizo suya la lucha de Martin Luther King contra la segregación racial. Desde entonces ha sido la tienda de los derechos reproductivos y sexuales de las mujeres, tal como de los derechos a la salud y la educación. En esas adhesiones no siempre fue exitoso: los últimos 52 años han sido muy preferentemente de gobiernos republicanos, con los paréntesis de John Kennedy (asesinado), Jimmy Carter (sin relección), Bill Clinton (el presidente más popular de la posguerra pero que no pudo traspasarle su capital a Al Gore) y ahora Barack Obama. Es decir, 20 años contra 32. Por eso se afirmaba que la relección del Presidente luego de la era de George W. Bush suponía, entre otras cosas, un cambio en el eje del sentido común del país, desde los republicanos hacia los demócratas, sin olvidar que al otro lado existen manifestaciones como el Tea Party y el Club del Rifle.

Además de lo mencionado, quizás el gran triunfo político de Obama fue aquel en que la mayoría naufraga: convertirse con éxito desde ser una figura quimérica a otra capaz de gobernar con éxito. Durante la campaña se había advertido, con preocupación y melancolía, que el Presidente emocionaba mucho menos y estaba realizando sus mitines en recintos más pequeños. Pero el liderazgo ejercido luego del devastador paso del Huracán Sandy, que le valió incluso las loas del gobernador republicano de New Jersey, consolidó la imagen de quien antes ya había logrado recuperar la economía del país –contra la corriente recesiva mundial- y había sacado adelante la Reforma Sanitaria, quizás el gran cambio estructural de su gobierno.

Esto no quiere decir, porque es imposible siempre y especialmente en el caso de Obama, que los componentes simbólicos hayan abandonado la disputa política. A pesar de que el mandatario ha hecho esfuerzos manifiestos por no ser arrinconado como el presidente de los negros, lo cual ha producido incomprensión y amargura en ciertos sectores de la población afroamericana, es evidente que su eventual fracaso no sólo le cerraría las puertas a él, sino que también a una raza entera que ha luchado generaciones por sus derechos. Una suerte de paralelo con lo que ocurrió en Chile con el gobierno de Michelle Bachelet: no será tan recordado por sus obras, sino por los símbolos que trastocó.

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