Brasileños redescubren el poder de las protestas callejeras

02 Julio 2013

Organizado por las redes sociales, las protestas reúnen principalmente jóvenes de la clase media que nunca habían protestado. Los manifestantes declararon que no apoyan a ninguno partido político, llegando a expulsar a los militantes. Por Guilherme Simão.

Guilherme Simão >
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La ola de manifestaciones en Brasil sorprendió a los gobernantes y las élites dominantes: ellos no sospechan que la indignación de la gente era tan profunda. Por veinte años que no se habían producido grandes movilizaciones, lo que confirma que la naturaleza del brasileño es pasiva y tolerante. Sin embargo, las protestas callejeras han demostrado que la realidad de la mayoría de los brasileños está lejos de la imagen país aparece en la publicidad.

Las primeras protestas fueron organizadas contra el aumento de tarifas de transporte público. Una represión violenta policial de una manifestación celebrada en São Paulo estimuló nuevos actos en decenas de ciudades importantes. El movimiento se extendió por todo el país y llegó a reunir un millón de personas en el mismo día.

Dada la magnitud de las protestas, los gobernantes anularán lo reajuste de las tarifas y los medios de comunicación empezaron a apoyar las manifestaciones, destacando las reivindicaciones de las calles, como la educación y salud de calidad.

La mayoría protestó pacíficamente, pero hubo actos de vandalismo. Los manifestantes con rostro cubierto destruyeron las oficinas gubernamentales, incendiaron automóviles de la prensa y saquearon tiendas. Seis personas murieron, centenas resultaron heridas, entre ellas policías y miles fueron detenidos. Las escenas de violencia y enfrentamientos con la policía hicieron que el movimiento perdiera apoyo de la opinión  pública. La oposición acusó al gobierno de no ser capaz de mantener la orden, lo que alimentó los rumores de que hay delincuentes infiltrados en las protestas.

Organizado por las redes sociales, las protestas reúnen principalmente jóvenes de la clase media que nunca habían protestado. Los manifestantes declararon que no apoyan a ninguno partido político, llegando a expulsar a los militantes.

La popularidad de la presidenta Dilma Rousseff cayó en picado y su principal objetivo es la reforma política  a través de la consulta popular. En seguida, el Congreso se apresuró a aprobar leyes contra la corrupción.

La expectativa es que los brasileños cada vez menos toleren los abusos de los gobernantes - uno de los gritos más escuchados en las calles es "Brasil se despiertó".

 

Por Guilherme Simão ()
Estudiante de periodismo Pontifícia Universidade Católica do Rio de Janeiro
Reportero del Portal PUC-Rio

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