Opiniones que enriquecen una Reforma Educacional

Opiniones que enriquecen una Reforma Educacional

30 Junio 2014

El egresado de una escuela normal recibía una libreta donde el director del establemiento debía certificar bimestralmente el resultado de la enseñanza que había recibido.

Hugo Pérez White >
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Ahora que estamos en el tiempo de las reformas y, especialmente, analizando la reforma educacional, es justo y conveniente que se escuchen las más diversas opiniones provenientes de personas individuales y de organizaciones profesionales y de la comunidad, porque de alguna manera hemos sido partícipes de los procesos educativos que el país se ha dado, como la elección de colegios que cada uno ha estimado conveniente para satisfacer sus necesidades de educación.

A mí parecer, el punto neurálgico de la nueva coyuntura de este rompecabezas lúdico que se ha armado con las reformas estructurales a la educación,  significa -en simples y sencillas palabras- el realizar transformaciones que vayan en beneficio de nuestros educandos en forma ascendente, en la búsqueda de una mejor calidad educativa para que los padres se sientan satisfechos de los logros efectuados por sus hijos, en todos los ámbitos, y para los propios niños se sientan apoyados, comprendidos y partícipes de su propio desarrollo personal con la sapiencia de cada profesor que le corresponda guiar a estos niños con la máxima eficiencia y responsabilidad pedagógica.

Para lograr estos objetivos, que serán medibles a mediano y largo plazo, se debe tener en cuenta que el factor prioritario en que hay que hincarle el diente a la reforma educacional es en la formación de los profesores y evaluar constantemente su cometido, y con mayor  razón a los organismos que van a supervisar el sistema. Deben dar fe pública de su cometido, como la opinión pública lo demanda, caso contrario nos podemos encontrar con reveses importantes a los cuales no podremos modificar, porque el daño que se puede hacer a un niño, y con mayor intensidad a los que están en su más tierna infancia, es irremediable.

Por consecuencia, los costos son también considerables para los padres que pondrán todas sus esperanzas en un futuro mejor.

Sugiero que las futuras promociones que van a egresar como profesores sean evaluados en su desempeño profesional como se hacía con los normalistas, según disposiciones reglamentarias que me permito comentar, por si alguien cree que son convenientes que sean consideradas en la futura reforma educacional estas prácticas evaluativas.

Al recibir su certificado de licencia, el egresado de una escuela normal recibía una libreta de certificaciones en la cual el director de la escuela primaria en que el licenciado era designado profesor debía certificar bimestralmente el resultado de su enseñanza, considerando  asistencia y puntualidad en el desempeño de sus tareas docentes, sus cualidades personales, capacidad de estudio y perfeccionamiento, capacidad práctica y labor social.

En otro de sus artículos, la disposición reglamentaria del profesor normalista indicaba que cada director de escuela primaria tenía el deber y la obligación de resolver las dificultades que el profesor encontrase en el desempeño de sus funciones.

Del mismo modo, el director de la escuela normal donde el licenciado hubiese cursado el último año de estudios,  ayudaría a éste a vencer las dificultades de orden técnico que pudiese haber tenido en el primer año de docencia y, a la inversa, el profesor tenía la posibilidad de recurrir a la ayuda pertinente al director de la casa de estudios y éste podía comisionar a un profesor del establecimiento formador para recibir ayuda técnica por correspondencia u otro medio de los que se usa actualmente.

Bajo esa fórmula, el director le entregaba al docente novato las indicaciones que requería, todo lo cual indica que nunca se dejó a un licenciado en su primera etapa laboral sin apoyo pedagógico de ninguna especie. Por esto es que también existía una unión afectiva tan profunda en todos los profesores normalistas con su casa de estudios y aún las recuerdan con cariño, satisfacción y orgullo.

Hugo Pérez White