El profesorado en contexto de crisis sanitaria y teletrabajo

07 Julio 2020

Somos un agente constate de cambio y transformación social y debemos ser valorados como tal, dignificados en nuestra imprescindible labor política y social. 

Pilar Campos Jiménez >
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Las profesoras y profesores nos hemos transformado en la trinchera de recolección de información y evidencias acerca de  la vulnerabilidad social a la que se exponen muchos de los estudiantes de nuestro país y, en consecuencia, a las problemáticas de conectividad que muchas veces imposibilitan el acceso al aprendizaje de todos los niños y niñas del país, siguiendo los lineamientos de clases virtuales encomendados por MINEDUC.

Hace un par de días, se viralizó un video desde esta misma institución gubernamental donde se envía un “motivante” mensaje,  se nos insta a seguir autoformándonos porque gracias a “(…) la nobleza de su labor y su compromiso con la educación no solo permiten mejorar la calidad del aprendizaje, si no, sobre todo que alcancen el máximo desarrollo de sus capacidades. Gracias profesores” Esto generó que retornara al año 2019, donde pre-crisis gubernamental (Revuelta popular) la Ministra Cubillos pisoteaba y reafirmaba que prácticamente no merecíamos dignificación en nuestra labor, como eje sostenedor de la educación que reciben los niñes y jóvenes de este país.

Nuestra vocación no es sinónimo de paternalismo/maternalismo. Muchos de nosotros, sacrificamos (Sí, el rol de mártir) horas de descanso, sueño y familia para poder generar nuestras clases, las cuales durante esta adaptación al teletrabajo nos generan mucha angustia, estrés y dolores de cabeza, considerando que todos los recursos han salido de nuestros bolsillos. En cuanto a esto, nos han hecho sentir que tenemos una deuda por recibir una asignación que oscila desde los 15.000 a 50.000 pesos, dependiendo del tipo de establecimiento (municipal, particular subvencionado y particulares) como apoyo a la contratación de internet. Sin embargo, durante el estallido social en Octubre del 2019, se asignaron más de mil bonos a instituciones de carabineros y otras fuerzas armadas; esta analogía nos permite ver que quienes nos mantenemos en la línea de fuego somos los que observamos la cruda realidad de nuestras y nuestros estudiantes, que deben elegir entre tener internet en sus celulares o comprar gas para cocinar durante el mes. Ese es solo un caso entre miles de otras situaciones de abuso y vulnerabilidad que han expuesto nuestros niñes, como: pasar hambre, ser abusados sexualmente porque su hogar no siempre está compuesto de un entorno seguro, etc.

Dentro de nuestras labores está el autoperfeccionamiento constante, el adaptarnos a un contexto educacional para el cual no estábamos preparados ni concebidos para funcionar.  Donde nos llenan de trabajos administrativos y burocráticos que generan más presión y estrés a esta forma de trabajar; donde la ley del teletrabajo ha expuesto abiertamente nuestra atadura a un trabajo continuo de 11 horas de conexión a internet como mínimo; siendo el establecimiento un lugar donde, además, cubrimos colectas monetarias para estudiantes, vecinos, etc. No podemos quedarnos atrás, sin evidenciar esta enorme brecha entre lo que empaña el gobierno con la palabra “vocación”, pues hacemos más que eso. Somos un agente constate de cambio y transformación social y debemos ser valorados como tal, dignificados en nuestra imprescindible labor política y social. No basta con agradecer si vivo con el miedo a que me despidan o si tengo que cumplir doble o triple jornada laboral, en el caso de quienes somos madres.

Este nuevo sistema de clases virtuales debiese llevarnos a tomar el rol del alumno como gestor de su propio conocimiento, él debiese ser quien regule su proceso de enseñanza aprendizaje, pero ¿estamos preparados los chilenos para eso?, ¿No será que esta crisis económica no hace más que seguir demostrando las desigualdades por ese sistema que muchos venían clamando cambiar?, ¿Es clave la educación de una sociedad más libre o justa?.