Complejidad, (in)competencia e (in)seguridad : cuando el principio aristocrático de la elección falla

Complejidad, (in)competencia e (in)seguridad : cuando el principio aristocrático de la elección falla

03 Abril 2016

Si nuestro presente local es progresivamente abandonado por el sentimiento seguridad es porque somos huérfanos de las configuraciones simples pasadas y esclavos de la incapacidad presente de nuestros representantes.

Piero Tellerias >
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Para algunos nada más placentero, o aburrido, que jugar ajedrez. Dos personas moviendo estratégicamente dos ejércitos simbólicos bajo la luz de reglas establecidas desde tiempos medievales. Pero, ¿qué pasa si cambiamos un poco las normas? Imaginemos que estamos en un campeonato donde día a día los criterios evolucionan. Así, en octavos de final en lugar de dos jugadores vemos que se enfrentan cuatro en un mismo tablero, en la semifinal son seis pero esta vez en un tablero 3D y así sucesivamente. La dificultad aumenta de manera vertiginosa, lo cual requiere de nosotros el despliegue de nuestras mejores capacidades y la adquisición de otras nuevas a medida que el torneo avanza.

Al igual que nuestro ajedrez del terror, las sociedades contemporáneas y sus representantes son rehenes de un proceso caracterizado por la creciente y progresiva complejidad de las configuraciones sociales que la componen. Una interpretación del concepto de configuración, propuesto por Norbert Elias,[1] muestra estas configuraciones sociales como un tejido de interdependencias entrecruzadas de comunicaciones entre actores sociales individuales o colectivos y un proceso histórico de transformación de conjunto. El movimiento se produce al ritmo de las iniciativas (cada una afectando local o globalmente la configuración) tomadas por los actores, estos últimos orientándolas en función de la representación mental que estos mismos se hacen a cada momento histórico del estado del tejido y de su evolución, es decir de la configuración a la cual pertenecen. De este modo, las representaciones sociales se acumulan y se sedimentan a lo largo del tiempo formando tendencias culturales evolutivas y vinculantes, interiorizadas por cada persona durante el proceso de socialización primaria.[2]

La acumulación y la sedimentación progresiva de las representaciones sociales hacen que, a medida que creemos avanzar dentro de nuestra concepción occidental y linear del tiempo,[3] el presente pensado por cada individuo desde un punto determinado dentro de esta supuesta línea temporal se vuelve cada vez más complejo y difícil de amaestrar. Este diagnóstico no es innovador, una serie de trabajos han llegado a conclusiones similares designando nuestro presente como una modernidad líquida.[4] En ese sentido, la tesis de este artículo es que si nuestro presente es progresivamente abandonado por el sentimiento seguridad es porque somos huérfanos de las configuraciones simples pasadas y esclavos  de la incapacidad presente de nuestros representantes por adiestrar la creciente complejidad de las nuevas configuraciones sociales. ¿Qué hacer frente al desempleo, los daños medioambientales, la educación como máquina reproductora de desigualdades, la inclusión ausente de los inmigrantes, la discriminación de género, raza y etnia, la delincuencia y la guetización de los barrios, la drogadicción y las ETS, las deficiencias en el transporte y en el sistema de salud público, los problemas alimentarios, o aún el terrorismo? Sentimos que los problemas sobrepasan por distancias maratónicas quienes creíamos competentes, y quienes elegimos, para resolverlos. ¿Dónde están las soluciones? No existen, o si existen son parciales, a medias, atrasadas, negociadas o negadas bajo la sombra del dinero, influencias y favores, sin otro efecto que contribuir a la acumulación eterna de ilusiones de soluciones.

La tesis parte del hecho, ignorado por muchos, que la elección de representantes es por definición aristocrática y no democrática, constituyendo así uno de los varios aspectos aristocráticos de nuestra actual democracia representativa.[5] Elegir supone la necesidad que cada ciudadano dé su consentimiento a la dominación política ejercida sobre él por parte de un representante.[6] De este modo, el consentimiento hace que cuando elegimos nos dirigimos hacia el candidato que, a nuestro juicio, posee las características idóneas para el puesto y que por ende se desmarca de los otros contendores, de nosotros mismos y por extensión del resto de la población. La elección, instrumento aristocrático por excelencia, asegura en principio la designación de aquellos que juzgamos ser los mejores, los mismos que, sin embargo, pertenecen a una fracción muy reducida de la sociedad.

El problema de esta construcción elitista aparece cuando ni siquiera el principio aristocrático de la elección es respetado, es decir en el momento en que la incompetencia y sus sucedáneos llegan al poder para traicionar la lógica aristocrática sobre la cual se funda toda democracia representativa contemporánea. La situación es alarmante si pensamos que los conceptos de complejidad y competencia van de la mano, victimas y victimarias de un perturbado camino sometido él mismo a una suerte de dialéctica histórica. Si la primera logra crecer la segunda se esforzará en domarla para mantenerla dentro de ciertos límites de seguridad. Sin embargo, cuando la complejidad se sobrepone ésta hace aparecer la incompetencia, lo que permite a su vez la reafirmación de la complejidad y la emergencia de la inseguridad. Inversamente, en los casos donde la competencia se impone ésta hace surgir la simpleza, la cual rinde homenaje a la consagración de la competencia al mismo tiempo que se produce la confirmación de la reaparición de la seguridad.

Citaré dos ejemplos de manera breve para mostrar nuestro propósito, ambos como imágenes situadas dentro del cuadro electoral local de cara a la futura alcaldía de Iquique. Los dos casos hacen salir a la luz dos grandes problemas perennes en la administración local, el cortoplacismo y la incomprensión del concepto de seguridad ciudadana, los cuales, menester es de advertir, pretendo analizar en profundidad en artículos posteriores y no en el presente. En primer lugar, el ex intendente Mitchel Cartes, a pesar de estar involucrado en las irregularidades denunciadas por la Dirección de Viabilidad del Ministerio de Obras públicas el 2014 y en el caso Whatsapp el 2015,[7] fija su precandidatura para las próximas municipales[8] y esto teniendo entre sus objetivos la implementación de “planes y programas que se puedan ejecutar en un corto plazo”.[9] No obstante, esta misma lógica cortoplacista es la que obligó la ciudad a no poder concebir un plan regulador capaz de encuadrar el rápido crecimiento urbano hacia el sur y las dunas a partir de los años noventa, lo que hoy se traduce, por ejemplo, en repetidos cortes en el suministro de agua potable o bien en problemas de tráfico vehicular en las horas punta matinales. Cuando las ciudades chinas piensan en un rango temporal de desarrollo de cincuenta años, Iquique sigue pensando en períodos de menos de la mitad de una década.

En segundo lugar, el precandidato municipal asegura que se concentrará en la seguridad ciudadana.[10] Sin embargo, lo que Cartes y sus similares no ven es que la inseguridad ciudadana es, en primer lugar, un resultado y no una causa. ¿Por qué entonces no preocuparse de las causas sociales que amenazan la seguridad ciudadana? Pensar en la inseguridad ciudadana/humana como resultado nos permite pasar de una noción unidimensional de la seguridad, aquella estatal, a una noción multidimensional que engloba al menos siete dimensiones explicativas: económica, alimentaria, sanitaria, medioambiental, personal, comunal y política.[11] De esta manera, pondremos en ruta un cambio completo de paradigma en lo que refiere a la seguridad ciudadana/humana, la cual se esforzará en avasallar las causas sociales que la amenazan para abandonar el costoso claustro de la simple represión a posteriori.

La realidad nos muestra que las configuraciones sociales aumentan gradualmente en complejidad dejando siempre la puerta abierta a la reaparición de la inseguridad. De esa manera, mientras continuemos a regirnos bajo el principio aristocrático de la elección, la designación de ciudadanos con competencias cada vez más especializadas se volverá paulatinamente un imperativo, lo cual reforzará a su paso el carácter aristocrático de la elección pues su principio legitimador, la elección de los mejores, nos impondrá recurrir a aquella élite social que dispone de recursos necesarios para adquirir las nuevas habilidades demandadas. Sin embargo, y bajo esta misma prisión, nos enfrentamos a otro muro pues en el caso de que no designemos a aquellos que poseen la competencia para adiestrar la creciente complejidad de las configuraciones sociales, estas últimas se multiplicarán bajo la forma de conflictos que tornarán imposible el acto de gobernar dando rienda suelta al desarrollo de la inseguridad social.

¿Somos rehenes sin escapatoria de esta situación? ¿Existen alternativas a la elección como herramienta aristocrático-institucional de la democracia representativa o es que solo podemos limitar sus propias limitaciones elitistas? ¿Cabe pensar la posibilidad de inventar nuevos artefactos que aseguren la democracia, esta vez no representativa sino que directa, bajo el sendero de la complejidad progresiva?

PT


[1] Norbert Elias, Qu’est-ce que la sociologie ?, Paris, Pocket, [1970], 1981.

[2] J. Valluy, « Gouverne-t-on », in http://www.reseau-terra.eu/IMG/doc/P1L3OEAP2015_S1.doc. 2015, p. 1.

[3] André Comte-Sponville, L’être-temps. Quelques réflexions sur le temps de la conscience. PUF, 1999.

[4] Zygmunt Bauman, Liquid Modernity. Cambridge, 2000 ; Community. Seeking Safety in an Insecure World. Cambridge, 2001 ; Liquid Love: On the Frailty of Human Bonds, Cambridge, 2003 ; Liquid Life. Cambridge, 2005 ; Liquid Fear. Cambridge, 2006 ; Liquid Times: Living in an Age of Uncertainty. Cambridge, 2006.

[5] Bernard Manin, Principes du gouvernement représentatif, Paris, Calmann-Levy, 1995. H. Landemore, « La démocratie représentative est-elle réellement démocratique », entretien avec B. Manin et N. Urbinati, La Vie des Idées, 2008

[6] John Locke, Two Treatises of Government, 1689 (1690).

[7] « IquiqueLeaks : Whatsapp de la Intendencia « descuera » a gran parte del espectro político de Tarapacá ». Web. http://www.elboyaldia.cl/noticia/politica/iquiqueleaks-whatsapp-de-la-intendencia-descuera-gran-parte-del-espectro-politico-d. 30 marzo 2016.

[8]« Definitivo : Mitchel Cartes será el candidato del PS para llegar al municipio de Iquique ». Web. http://www.elboyaldia.cl/noticia/politica/definitivo-mitchel-cartes-sera-el-candidato-del-ps-para-llegar-al-municipio-de-iqui. 30 marzo 2016.

[9]« Precandidato Mitchel Cartes : ‘Pretendemos ganarle a Jorge Soria el próximo año’ ». Web. http://www.elboyaldia.cl/noticia/politica/precandidato-mitchel-cartes-pretendemos-ganarle-jorge-soria-el-proximo-ano. 30 marzo 2016.

[10] Ibidem.

[11] Programme des Nations Unies pour le Développement (PNUD), Rapport Mondial sur le Développement Humain, 1994. Paris, Economica, 1994.

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