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Las Universidades y la Economía: Una Reflexión

27 Junio 2008
El Estado obliga a las universidades tradicionales a financiarse con recursos propios, compitiendo con otras instituciones de educación superior, transformando de paso a los estudiantes en simples clientes. Jan Cademartori
Jan Cademartori >
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Desde una visión de “capital humano” la educación superior es un servicio que requiere recursos escasos, que deben pagar sus usuarios, pues los recursos públicos se podrían ocupar en fines alternativos. De esta forma el Estado obliga a las universidades a financiarse con recursos propios compitiendo con otras universidades.
En cierta medida las induce a comportarse como empresas con fines de lucro aun cuando no lo sean (gastos publicitarios, consultoras acreditadoras) . Las universidades tradicionales declaran a los estudiantes sus “clientes” como lo haría la universidad privada. Es el resultado de la virtual privatización de la educación superior por el Estado. Ello ha significado que Chile sea uno de los países del mundo con mayor porcentaje de financiamiento privado de la educación en general (IES, 2003).
En el enfoque de capital humano, la educación es una inversión privada que se paga con dinero del futuro. De este modo, este sistema privatizado, si bien, ha expandido las matrículas, conforma una sociedad cada vez más individualista, que va perdiendo la capacidad de asombro, que va deteriorando la calidad de vida por desintegración social.
En realidad, no es un problema financiero sino de proyecto de sociedad. El Estado podría movilizar nuevos recursos, que no se utilizan en educación primaria, sino, en gran parte, en armamentismo, bienes de lujo, especulación financiera, casinos de juego, farándula, drogas y alcohol, represión para jóvenes que no pueden estudiar por falta de dinero. Otra parte importante se dilapida pues en la economía capitalista una buena parte de los recursos están ociosos. Actualmente tenemos cerca de medio millón de desempleados, entre los cuales, muchos profesionales con deuda universitaria.
Foto: antitezo
En otras palabras, para financiar la educación, podría haber una estrategia económica destinada a generar pleno empleo y buen uso de los recursos, por ejemplo, activando jóvenes con formación universitaria, con fuertes impuestos sobre los bienes de lujo, frenando la carrera armamentista, cobrando por la renta de los recursos naturales.
La visión dominante, heredada del régimen militar, impuso en cambio un sistema universitario que ya no elije a las postulantes únicamente por sus condiciones académicas. Para mitigar sus defectos, se acude a becas para alumnos de excelencia, que por definición, no son suficientes, y se ofrecen créditos que tampoco alcanzan para todo los demandantes. Muchas familias no tienen acceso a las becas por pertenecer a una clase media en crisis. Además, las becas incentivan el clientelismo, el tráfico de influencias, tienen problemas de correcta selección y de información, terminan en una carrera olímpica por puntos más que por saber crítico.
El sistema de deudas genera nuevos problemas. No reconoce que la educación es un bien meritorio, que proporciona bienestar para el conjunto de la sociedad, su verdadero usuario social. Empuja al profesional endeudado hacia actividades puramente lucrativas porque ya se le trató como agente bancario. Enseguida, se olvida el sobre trabajo para pagar deudas de educación, salud privada, etc. Las familias tienen menos tiempo para compartir. Incluso muchos estudiantes deben financiar sus matrículas laborando. Así, bajan su rendimiento, alargan la duración de sus estudios y restringen su tiempo para el deporte y cultura general.
Por otro lado, durante los largos años que dura la carrera universitaria el estudiante sacrifica los ingresos que pudo obtener trabajando (costo de oportunidad). Ello afecta especialmente a las familias de menores recursos donde el trabajo de cada integrante es indispensable. También debe cubrir los materiales, alojamiento. Quienes desertan por motivos académicos, ligados a dificultades económicas, a la mala calidad de la enseñanza media, se quedan con la deuda y sin el título. Se refuerza la segregación por motivos socio-económicos añadiendo el arancel de matrículas. Peor aún si éste se reajusta por encima del incremento del salario mediano en un contexto de inflación y estancamiento económico.
Este sistema también ha degradado a los académicos. Ellos son presionados a ser policías del sistema en crisis. La exigencia del auto-financiamiento universitario les obliga a salir a cazar fondos para investigar en temas del exclusivo interés de los donantes (incluyendo a empresas que contaminan, poderes políticos, etc). El mismo sistema los incentiva económicamente para que ayuden a la Universidad, algunos terminan ayudándose a sí mismos priorizando los servicios externos, por sobre la docencia. De esta forma la Universidad empresa se mueve en un débil equilibrio.
En algunos casos se trata de integrar a los académicos a los reajustes de arenceles con el discurso de una competitividad perdida o con la amenaza de sus reajustes de sueldos. De esta manera, se logra que los académicos obedezcan las pautas de una competencia interna al sistema que está siendo criticada por los profesores y el movimiento estudiantil del resto del país. Algunos gestionarios del sistema evitan exigir presupuesto al Estado, condenan la movilización nacional, se marginan de una crítica global, pero se contentan con subir el precio a un mercado oligopsónico, con fuertes barreras de salida, cautivo y vulnerable socialmente.

Por estos motivos, los movimientos sociales consiguieron con su movilización, en los países que se pretende imitar (Europa), que la educación superior, como la salud, se consideren derechos universales. Existe un co-pago bajo y becas para los que no pueden pagarlo. Lo mismo ocurre en países de bajo ingreso (Cuba y Bolivia), en medianos como Brasil y Argentina. Para financiarlas se recurre, a los impuestos, que gravan proporcionalmente de acuerdo a la riqueza. De este modo el uso lucrativo de los recursos universitarios se paga con impuestos a la riqueza y al consumo de lujo de algunos profesionales. Una solución parecida, son los aranceles diferenciados de acuerdo a los ingresos de los padres, prometida por los políticos que estudiaron gratis, con el retorno a la democracia. En conclusión, mientras sigamos siendo una rareza planetaria, tendremos conflicto estudiantil por motivos económicos.
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