Va para seis meses el minucioso trabajo artístico del artista plástico Luis Núñez San Martín en la histórica Casa Gibbs, actual sede universitaria ubicada frente al Mall Plaza. Primero se hizo la estructura del gigantesco mural, es decir, los edificios, balcones, calles, cielos, en general, el paisaje.
Ahora está “vistiendo” los edificios y las calles con gente, detalles de ventanas, carruajes de la época, negocios, en suma, recreando la vida citadina de Antofagasta del siglo pasado, donde han comenzado a aparecer rostros conocidos como los de José Santos Ossa, el Obispo Silva Lazaeta, el alcalde Maximiliano Poblete, Lenka Franulic, Chela Lira, Andrés Sabella, Antonio Rendic, José Papic, Mario Bahamondes, Matías Rojas. Ellos esperan el tren en la Estación Salar del Carmen, en el lado oeste del edificio, donde también se puede percibir parte de una Oficina Salitrera con su chimenea y sus calderas.
En el lado sur, aparece la actual calle Prat al llegar a Matta, eso sí, de hace ochenta años, cuando era la esquina de Angamos con Lamar.
Y del pincel de Luis Núñez se asoman damas y caballeros, comerciantes y aguatero, los “carros de sangre” (la locomoción colectiva de entonces: armatostes sobre rieles del ferrocarril tirados por mulas o caballos). Y los viejos antofagastinos y antofagastinas empiezan a reconocer los tradicionales negocios ya desaparecidos como la Talabartería García, la Sastrería Mérida, la Zapatería Slava, Bazar El Sol, Pastelería Girondina, la Casa de Moneda El Diluvio, la Relojería Suiza o el Correo de París.
Todo esto va saliendo de una especie de “máquina del tiempo”, pincelada tras pincelada de silicatos con pigmentación mineral, que le van a dar larga data al mural ya que según el artista, la mezcla es a prueba de agua, contaminación y tiempo. “Lo que no pueden garantizar los materiales nobles que usamos para pintar, es la acción intencional y destructiva de las personas, de los grafiteros, o de ciertos desquiciados que rayan la ciudad. En este caso, rayar el mural es sinónimo de destruirlo”, explicó el artista plástico.
Para dar el contexto histórico se trabaja con guías, ilustraciones y fotografías de la época. Llama la atención la figura del Hernán Rivera Letelier caminado por la antigua calle Lamar (hoy Paseo Prat), con su chaqueta de cuero negro y sus jeans, en medio del ajetreo de Antofagasta de hace casi cien años.
Ernesto Salazar, camarógrafo, nacido en la oficina salitrera Pedro de Valdivia, mientras observaba el avance de la obra, expresó: “Miro el mural y me traslado a esa época, hay tantos detalles, existe una atmósfera de Antofagasta de antaño. Espero que todos cuidemos esta obra de arte de gran calidad y registro histórico, ya que se trata de un patrimonio de toda la comunidad. Si alguien la raya, van a matar el arte”.
El trabajo terminado se entregará el próximo mes a la Corporación PROA y se estima que la inauguración oficial del gigantesco mural histórico ser realizará a fines de agosto, mientras tanto, cientos de antofagastinos, día a día, le van tomando el pulso al mural y dialogan con el autor, quien entre pinceladas y trazos responde todo tipo de consultas y sugerencias.
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